Fundación Horizonte Ciudadano

Un nuevo Chile

La nueva Constitución debe saldar nuestras divisiones y cohesionar nuestra realidad, para que todas y todos habitemos, por fin, un mismo Chile.

Por Paulina Vodanovic

Octubre 31, 2020

Por Paulina Vodanovic

Si hay algo que simboliza el sentir chileno hoy, es la frase popular: “el chancho está mal pelado”.

Esta semana, la rebaja del SII de 1.400 millones de pesos al grupo empresarial Penta, correspondiente a su defensa judicial, generó airadas reacciones.

Paralelamente, se condenaba públicamente a quienes cobraron uno de los bonos otorgados con ocasión de la pandemia, sin aparentemente cumplir los requisitos.

No se trata de discusiones jurídicas, con argumentos en ambos sentidos y no quiero detenerme en ellos, sino en la percepción ciudadana acerca de las elites, las instituciones y la política. Ante la garantía de igualdad ante la ley, muchos compatriotas sienten que no es tal y  que hay ciudadanos de distinto tipo.

En la misma semana, el presidente de la CPC señala que los impuestos en Chile son altísimos para las empresas, lo que conforme a los índices de la OCDE no es efectivo; pero además, muestra la escasa conexión con miles de chilenos desempleados, con trabajos informales, precarios o que ganan el ingreso mínimo.

Por último, en la discusión de un nuevo retiro de fondos previsionales, el Gobierno pone el énfasis en eventuales vicios de constitucionalidad, y no en las causas que originan esta medida: la estrechez fiscal con que ha actuado en la pandemia, situación que ha sido sostenida principalmente con el esfuerzo de los trabajadores, recurriendo al 10% y a sus fondos de cesantía.

Las “tres comunas” del Rechazo en el Plebiscito -el oasis del que hablaba el gobierno hace poco más de un año- viven una realidad muy distinta del resto de Chile, lo que tal vez explica su actitud reaccionaria. No necesitan cambiar nada para vivir mejor.

Pero Chile se pronunció en forma contundente por los cambios; no quiere vivir en los abusos ni en la desigualdad. Que las clases de ética sean la sanción para algunos y la cárcel para los demás; que las condonaciones operen para grandes empresas, en tanto a pequeños contribuyentes se les persiga tenazmente. La mano dura en Plaza Italia y la mano blanda en tres comunas.

“Ley pareja no es dura”, frase que aplicada a los impuestos y a las situaciones antes descritas, debemos cuestionar. El IVA no es justo porque es igual para todos, sino que afecta en mayor medida a los más vulnerados de este país. Se requiere un cambio de paradigma en materia de ingresos fiscales.

La Constitución podrá cambiar -y tiene que hacerlo-, reconociendo más derechos económicos, sociales y culturales; a la vez, debemos ser capaces de garantizarlos. No podemos defraudar a quienes movidos por la esperanza de un país mejor para sus hijos e hijas, han depositado la confianza en la construcción de un nuevo orden social.

Ha llegado el momento de revisar, desde la realidad y no desde el oasis, una política tributaria que sea progresiva y solidaria. Salir del análisis maniqueo, de llamarlo “impuesto a los súper ricos”, y entrar a la discusión de fondo: aumentar los ingresos fiscales, no por igual, sino respecto de quienes pueden dar más por Chile, dejando de lado el interés propio,  con una mirada colectiva. Para que esos mayores ingresos fiscales contribuyan a financiar más y mejores políticas públicas, que nos permitan terminar con las inmensas brechas de nuestra sociedad.

Tenemos la oportunidad de consensuar en que es indispensable terminar con la segregación, con la distancia social -que nada tiene que ver con lo sanitario-, y en que el interés general y la justicia social han de ser principios orientadores de las decisiones.

La nueva Constitución debe saldar nuestras divisiones y cohesionar nuestra realidad, para que todas y todos habitemos, por fin, un mismo Chile.

Publicada en El Mercurio el 31 de octubre de 2020

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