La unidad política no existe
“El progresismo chileno no debe aspirar a la unidad por ahora: debe aspirar a sostener metas políticas acotadas considerando la dispersión actual”.
Por Xavier Altamirano

El escenario político sigue sin asentarse tras estallar lo que le daba su predictibilidad hace dos años. Quien ose predecir sus contornos, sus vencedores o las políticas de alianza tiene altas probabilidades de ser desmentido en poco tiempo más. Lo que sí es posible aventurar es que las tensiones identitarias seguirán acompañando el tránsito hacia la configuración política del nuevo ciclo.
Lo impredecible crece debido al desconocimiento del peso real de cada fuerza política en Chile. La mega elección de mediados de mayo podría haber resuelto varias incógnitas, pero no lo hizo. Más allá del desfonde de la derecha, las preferencias ciudadanas respecto del progresismo sólo entregaron señales sujetas a interpretación: sobre el rechazo a los partidos (en la convención), sobre la fuerza partidaria que aún persiste (en regiones) y sobre una redistribución parcial del poder (en las municipales). La primaria de Apruebo Dignidad, al no incluir a la centroizquierda pero sí a sus simpatizantes, añadió aún más confusión, tal como lo hará probablemente la consulta ciudadana de Unidad Constituyente.
En este contexto, el progresismo está preso de sus fantasmas recurrentes, al tiempo que debe estar a la altura de dos desafíos que llegaron sin esperar una adecuada preparación: el proceso constituyente y la posibilidad de conducir un nuevo gobierno con una renovación acelerada de cuadros.
Del mismo modo que la baja votación de representantes de derecha en la convención constitucional supuestamente facilita la aprobación de una nueva constitución política postneoliberal, el bajísimo apoyo al gobierno de Sebastián Piñera supuestamente favorece una opción presidencial de izquierda o centroizquierda. ¡Nada más incierto! Por la sencilla razón que no basta con sumar los votos –dispersos– de elecciones donde participa aproximadamente la mitad del padrón electoral. Se necesita mucho más: propósitos comunes, respaldo popular y una capacidad organizacional que permita concretar resultados políticos.
“El progresismo chileno no debe aspirar a la unidad por ahora: debe aspirar a sostener metas políticas acotadas considerando la dispersión actual”.
Xavier Altamirano
Por eso, el campo progresista debe hacer un duelo: la unidad política no existe ni existirá. Al menos la unidad que se anhela o proyecta de acuerdo a nuestra historia. La unidad partidaria, programática, que ordena la presidencial y las parlamentarias, no ocurrirá. No habrá ni alianza avasalladora ni Plan Común. Ni Concertación, ni Frente Popular. Es absurdo esperar que decante un proyecto progresista coherente mientras no se hayan consolidado o renovado los proyectos partidarios.
El socialista León Blum, a la cabeza del Frente Popular de 1936 bajo la consigna “Pan, paz, libertad”, consiguió en pocos meses la mayor aprobación de leyes sociales de Francia, pero terminó perdiendo el poder un año después. Cuesta creer que en Chile estemos listos para hacerlo mejor.
Como ha escrito Hobsbawm al estudiar la Unidad Popular, hay organización incompetente si no hay unidad de decisión y de acción. El progresismo chileno no debe aspirar a la unidad por ahora: debe aspirar a sostener metas políticas acotadas considerando la dispersión actual. Por un lado, convergencia de propósitos centrales y mecanismos para alcanzarlos en la convención constitucional; por otro, reformas prioritarias como base de acuerdos pragmáticos en la presidencial y en las parlamentarias. Ni mucho más, ni mucho menos. No esperemos hasta la segunda vuelta presidencial, es un trabajo que debe iniciarse cuanto antes. Ya vamos atrasados.
Publicada el 3 de agosto de 2021 en La Segunda.