Michelle Bachelet: “La pandemia nos revela las profundas limitaciones de lo que hemos construido por décadas”
En el espacio #ConversaCiudadana, nuestra fundadora expuso sobre el “Covid-19 y Derechos Humanos: Aprendizajes para una mejor sociedad”.

“Quiero agradecer esta invitación. Me alegra poder hablar con tantos compatriotas y que además nos acompañen muchos amigos de América Latina y el Caribe.
Como Alta Comisionada para los Derechos Humanos quiero decirles que estos intercambios no sólo permiten compartir posiciones sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. También ayudan a algo muy importante: seguir aprendiendo juntos.
Con mayor razón ahora que atravesamos una crisis sin precedentes, que nos remece a todos y que pone en cuestión muchas de nuestras certezas. En algunos años más sabremos si fuimos capaces de estar a la altura o no.
Uno se pregunta ¿Por qué es tan difícil hacer poder corresponder a la pandemia”.
MIGRACIÓN Y DESIGUALDAD
“La pandemia nos golpea sin excepción, en todas partes, en poco tiempo. Pero además porque está revelando las profundas limitaciones de lo que hemos construido por décadas: se ha desnudado la pandemia, las desigualdades en países como Estados Unidos con minorías afectadas, con los pobres como los más afectados, y además, una proporción mayor de muertos en esas minorías, y, además, ver las limitaciones en los sistemas sanitarios, modelos económicos; en las respuestas políticas, en la protección de las libertades y la fragilidad del sistema internaconal que no ha podido responder como un cuerpos si no que ha sido, en caso, con reacciones aislacionista, individualista y nacionalista.
Han quedado expuestas las vulnerabilidades más evidentes de cada país. Basta con ver los datos de quiénes se contagian más y cómo les afecta a unos y otros. Nosotros usamos una frase que dice que el virus no discrimina, pero los impactos son desproporcionadamente grandes en los grupos que se quedan atrás.
Hablo de millones y millones de personas, las más pobres y marginadas. Hablo de las personas privadas de libertad, de las personas mayores, de las personas recluidas en instalaciones de salud mental, de los indocumentados; de quienes viven con problemas de salubridad, hacinamiento, sin acceso a buenos servicios de salud ni redes de seguridad.
Las mujeres están desproporcionadamente afectadas, no tienen pensiones; aumentó la violencia doméstica. En muchos países, incluido Chile, esto tiene que ver incluso con el acceso a agua potable; hay un estudio de Cepal que dice que un millón de chilenos no tiene agua potable. En la región son 35 millones y 110 millones que no tienen saneamiento.
Nosotros sabemos que las desigualdades existen en el mundo y es lo que nos ha llevado a la política y a creer en los programas sociales.
La pregunta es ¿Es acaso sorprendente que la pandemia sea más dura con los países más pobres o con conflictos armados? ¿O que cause más muertes en los barrios marginales de entre las minorías raciales y étnicas de las grandes metrópolis, que concentran además las mayores tasas de pobreza? No, por la sencilla razón que hay impactos que varían según las diferentes condiciones de vida que nuestras sociedades han generado.
Esta desigualdad también tiene una lamentable correlación en cuanto a los grupos que sufren los mayores déficits en de derechos humanos”.
PREJUICIOS Y DISCURSOS DE ODIO
“La gente piensa que los derechos humanos son sólo en lo político y civil, pero son sociales culturales y económicos; en derechos humanos en cambio climático o en tecnología e inteligencia artificial, porque en malas manos pueden ser usados de mala forma.
Pensemos en las mujeres y niños: hay aumentos aterradores de la violencia intrafamiliar, con el doble o triple de denuncias de violencia. Y bien sabemos que esos datos son más altos que los declarados.
Pensemos en los grupos expuestos a prejuicios y discursos de odio: también han sido estigmatizados o derechamente agredidos debido a estereotipos contra asiáticos, musulmanes, afrodescendientes, personas LGBTI o personas trans que han sido asesinadas o también a personas en situación de calle.
Pensemos en quienes están más expuestos a las labores de emergencia y su desprotección frente a un riesgo inminente: trabajadores de la salud, conductores, recolectores de basura. En países más desarrollados habitualmente la gente que es migrante y que tiene menos preparación tiene trabajos más precario.
Spike lee, que estando en Nueva York, hizo un documental con un Nueva York vacío y mostraba a la gente que permitía que esta ciudad sea posible. Ojalá que la gente vea que estos trabajadores esenciales, que son los que menos ganan y haya un cambio de mirada a los afroamericanos y latinos”.
CARTA BLANCA PARA ATROPELLOS
“Todas estas pandemias implican dramas y tristezas, pero también oportunidades.
En otras palabras, la pandemia hace dolorosas diferencias en la medida que exista o no un Estado que proteja a sus habitantes, que les garantice salud universal o que genere las condiciones para volver a contar con un sustento diario.
Del mismo modo, existen diferencias entre gobiernos autoritarios y gobiernos que han actuado con transparencia y mecanismos de control democrático, como en Nueva Zelanda o Alemania.
Como oficina hemos podido documentar serios atropellos a derechos fundamentales en Estados que creen que la pandemia les da carta blanca para hacer control político de los opositores. Tenemos que ser tajantes porque no hay ninguna crisis que pueda suspender el valor de la vida y dignidad a la cual todos tenemos igual derecho; los derechos humanos siempre están vigentes y depende de todos que así sea.
No hay ninguna razón que limite la libertad de expresión de prensa; vemos con preocupación detenciones arbitrarias y represalias, ni tampoco creemos que la difusión de fake news y la excepcionalidad de las crisis sean excusa para restringir la información que es debida a la democracia. La gente necesita saber lo que está pasando.
Entre las diferentes caras que ha tenido la crisis de la pandemia, hoy quisiera detenerme en el caso de las personas migrantes. Creo que nos dice mucho sobre lo que aceptamos ver y sobre lo que estamos en condiciones de hacer.
Actualmente, hay unos 272 millones de migrantes en todo el mundo. Si bien las migraciones han existido siempre, hoy vivimos una inaceptable contradicción: nunca antes la humanidad había concentrado tanta riqueza y tanto bienestar material. No obstante, no sólo se ha avanzado muy poco en dar un trato digno a los migrantes, sino que además se construyen muros o se les persigue en los mares para mantenerlos fuera. Se les acusa de todos los males, se les trata como a criminales y se les detiene arbitrariamente en condiciones infrahumanas.
Y es lo que hemos visto desde hace años en nuestra región, principalmente con las migraciones desde Venezuela y Centroamérica. De acuerdo con las últimas estimaciones de la División de Población de Naciones Unidas (julio 2019), la población migrante estimada de América Latina y el Caribe es de 40,5 millones de personas.
Estos no son números, es la imagen de Valeria, la niña salvadoreña de 2 años, muerta junto a su padre cruzando el río en Matamoros, México”.
LOS MÁS DESPROTEGIDOS DE LOS DESPROTEGIDOS
“El Pacto Mundial para la Migración, aprobado por un abrumador consenso de los Estados Miembros de las Naciones Unidas en 2018, nos recuerda que los derechos humanos de todos los migrantes deben ser “respetados, protegidos y cumplidos en todo momento”.
¿Pero qué está ocurriendo en la realidad?
Los seres humanos que, por hambre, guerras o sueños buscan más bienestar, son despojados de sus derechos fundamentales. Decenas de millones de migrantes deben desplazarse y vivir de la forma más invisible posible para evitar los abusos, las expulsiones y los ataques físicos.
Indocumentados, muchos migrantes viven y trabajan durante años en situaciones de extrema vulnerabilidad. En tiempos de pandemia, los trabajadores migrantes son los más desprotegidos de los desprotegidos. A menudo no pueden acceder al tratamiento médico o a la protección social. Como si fuera poco, son objeto de racismo y xenofobia.
En uno de los barrios más acomodados de Chile, hasta ayer, porque el Servicio Jesuita a Migrantes ayudó, había familias bolivianas y venezolanas con niños y mujeres embarazadas que pasan frío afuera de sus embajadas.
Y como sé que hay muchos representantes latinoamericanos presentes que luchan por mejorar la situación de la primera infancia, hay que decir con todas sus letras que hay una catástrofe humanitaria en curso. Según Unicef hay 6.3 millones de niños, niñas y adolescentes migrantes en la región sometidos a múltiples formas de violencia y amenazas a sus vidas. Y hasta 2017 se registraron 244 mil detenciones en la frontera suroeste de Estados Unidos. No eran adultos: eran niños, niñas y adolescentes no acompañados (CEPAL, 2019). Qué duda cabe que la actual crisis ha vuelto la situación aún más dramática.
Es alarmante que las migraciones sean uno de los fenómenos que la pandemia haya agudizado pero que siguen siendo invisibles. ¿El COVID-19 nos obligará al fin a mirarnos de cara?”.
DESIGUALDAD: SÍNTOMA Y CAUSA
“Todo lo que acabo de describir nos deja un conjunto de aprendizajes con miras de acción.
En primer lugar, está claro que esta crisis ha puesto a prueba nuestra capacidad de respuesta. En todos los países e instituciones, en todos los roles que cada uno tiene. En todos lados no ha habido una reacción como se esperaba. Se ha convertido en un termómetro implacable de lo que somos capaces de hacer al interior de nuestros países y entre nuestros países. Y es un indicador de los derechos humanos que como sociedad estamos en condición de proteger. De más está decir que no es fácil pero hay muchísimo por mejorar.
En segundo lugar, nadie puede pretender que volveremos a funcionar tal como lo hacíamos, por ejemplo, en noviembre 2019. Como muchos han señalado, las pandemias, las migraciones y las crisis financieras serán manifestaciones recurrentes de la crisis climática que no estamos evitando con la fuerza que debiéramos.
Por lo tanto, en tercer lugar, debemos preparar nuestras sociedades para enfrentar estos escenarios marcados por la incertidumbre. Las desigualdades no son sólo un síntoma de lo que hacíamos mal, son también su causa. Hemos confirmado que el descuido de los derechos económicos y sociales de una parte de la población repercute finalmente en todos los demás. Hay que lograr modos de convivencia donde nadie sobre y donde los costos se repartan con equidad. Para ello, las democracias transparentes, participativas, donde se alcancen acuerdos de largo plazo, siguen siendo la mejor garantía de liderazgos responsables y humanos.
En cuarto lugar, debemos enfrentar la gran pregunta de la tensión entre fronteras, gobiernos y derechos. Para que todos puedan ejercer los derechos que consideramos fundamentales, estamos confrontados más que nunca a la necesidad de organizarnos más allá de nuestras fronteras, mediante la cooperación internacional. No resolveremos nuestros problemas estando aislados. Para ser sostenibles y eficaces, las soluciones deben ser cooperativas. Es ingenuo, como lo hacen los populismos nacionalistas, pensar que es posible volver a la seguridad que daban los Estados Nación del siglo 20.
Bruno Latour sostiene que la sensación de migración ya no es exclusiva de los países más desposeídos, sino que es generalizada. Es una condición que empezaremos a sentir todos: ser extranjeros en nuestro propio planeta debido al cambio climático”.
UN MOMENTO QUE NOS HACE PENSAR EN LO RELEVANTE
“Como ex Presidenta aprendí que el interés nacional de mi país y el interés de la humanidad están irremediablemente vinculados. Es posible. La ciencia lo hace y algunas experiencias de integración también lo confirman.
Cada uno de nuestros países estará en un tiempo más confrontado a la pregunta de cómo reactivar sus economías, cómo generar empleo y cómo dar seguridad financiera a la respuesta sanitaria. Es la gran oportunidad que tenemos de hacer las cosas mejor, diferente de los modelos que nos trajeron profundas desigualdades, exclusiones y destrucción del medio ambiente.
La Agenda 2030 ofrece muchos lineamientos en esa dirección. Pero dependerá de la voluntad política y el sentido de responsabilidad de todos los actores poder construir sociedades mejores, más justas, mejor preparadas y más sostenibles.
Espero sinceramente que sea el gran legado que nos deje este difícil momento. Porque no hablamos del futuro, hablamos de un presente que ya llegó y que nos enfrenta a los que nos define como humanidad.
Espero que este momento nos haga pensar en lo más relevante a nivel de nación y planeta. Esta es una catástrofe con tremendos impactos sociales y económicos pero por otro lado es una oportunidad para re mirar cómo vivimos como sociedad y país y que busquemos acuerdos de cómo queremos vivir entre todos, muchas gracias”.